"Una descripción de por qué el baño de manos tres veces al día era considerado lo mejor para estar limpio de toda influencia maligna. Simultáneamente con el lavado se procedía a la invocación".
El lavado siempre ha existido, aún entre las ceremonias religiosas más antiguas del mundo pero donde alcanzó su grado supremo fue con los ancianos de Israel.
Eran tan escrupulosos los fariseos con el aseo, que se da cuenta que está alguno de ellos en prisión, prefirió exponerse a la pena de pasar sed, a objeto de usar parte del agua que le daban para tomar en el ritual del lavado de manos.
Uno de los preceptos indica que el hombre o la mujer debía aplicarse agua tres veces sobre las manos, ya que un "espíritu maligno que reposa sobre ellas antes del lavado". Aún en nuestros días, este precepto es conservado y hasta reforzado con la invocación que se expone a continuación:
"Bendito sea el Señor, nuestro Dios, Rey del Universo, quien nos ha santificado con sus mandamientos y que nos ordena lavarnos las manos".
Magnus Brunus
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