sábado, 2 de octubre de 2010

Historia de San Miguel Arcángel


De acuerdo con la tradición judía, tras el deceso del elegido Moisés, San Miguel combatió contra el demonio por obtener el cadáver del mismo. El arcángel respetó el mandato divino y escondió el sepulcro.

El espíritu justiciero y misericordioso de San Miguel es invocado por Judas Macabeo, quien antes de empezar cualquier cruzada en defensa de la ley o de su Templo pedía auxilio y ánimo al arcángel, confiándole sus actos.

En Mac. 15:22 leemos la alabanza y solicitud de los israelitas: “Tú, soberano, enviaste tu ángel a Exequías, rey de Judea, que dio muerte a cerca de ciento ochenta y cinco mil hombres del ejercito de Senaquerib. Ahora también, Señor de los cielos, envía un ángel bueno delante de nosotros para infundir el temor y el espanto. ¡Que el poder de tu brazo hiera a los que han venido blasfemando a atacar a tu pueblo santo!”.

Actualmente, el Judaísmo invoca a San Miguel como amparador de sus sinagogas. La liturgia del día de la Expiación el sermón concluye con las palabras: Miguel, príncipe de misericordia, reza por Israel”.

También en el Nuevo Testamento bíblico se alaba a este arcángel guerrero. En las páginas del Apocalipsis se narra que

“Entonces se entabló una batalla en el cielo: Miguel y sus Ángeles combatieron con el Dragón. También el dragón y sus ángeles combatieron pero no prevalecieron y no hubo ya en cielo lugar para ellos. Y fue arrojado el gran Dragón, la serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero”.

Antiguas autoridades gubernamentales y eclesiásticas reconocieron temprano las virtudes de esta criatura alada. Por ejemplo, el emperador Constantino atribuía a San Miguel la derrota de sus adversarios. Por ese motivo mandó edificar cerca de Constantinopla un espléndido templo en su homenaje.

Cabe señalar también que diferentes visiones de la Virgen María incluyen alguna manifestación de la presencia del arcángel San Miguel. Algunas de las apariciones atestiguadas son: la de Fátima, en el año 1916, que atestiguó haber visto al ángel arrodillarse lamentando el escepticismo de los incrédulos y rogar oración por él y por el Señor. En una posterior aparición volvió a pedir la práctica del rezo, los sacrificios y las oraciones.

Cuanto los hombres de Macabeo se enteraron que Lisias sitiaba sus fortalezas, imploraron a Dios el envío de un mensajero que intercediera en la salvación de Israel. Entonces, cerca de Jerusalén se hizo presente su pedido: vieron llegar un jinete con atuendo blanco que blandía armas doradas.

San Miguel compone la esfera de los arcángeles, que son siete. La doctrina eclesiástica lo califica como aquél que ocupa la jerarquía superior de sus pares. Lo llama “Príncipe de los espíritus celestiales” y “capitán de la milicia celestial”. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento se revela como un auténtico defensor del pueblo de Dios contra la maldad diabólica.

Se trata de un ángel guerrero, el clásico combatiente de Lucifer. La iconografía religiosa lo representa pisando con su talón la cabeza de este ángel oscuro mientras lo amenaza con una espada, lo traspasa con una lanza o se encuentra a punto de encadenarlo.

Se lo conoce como el custodio de las huestes cristianas contra los enemigos de la Iglesia. Su nombre significa “que es parecido al Señor” o “quien como Dios”.

La Biblia lo presenta como el obediente líder divino que encabezó la protesta cuando los ángeles oscuros se rebelaron contra la potestad del Creador. Entonces, San Miguel demostró su enorme y decisiva fuerza durante la “Batalla del Cielo”. Desde entonces, los demás ángeles obedecen sus mandatos.

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